Las cunetas de la memoria
histórica
están llenas de recuerdos
vivos.
Ya no basta con mirar
hacia otro lado,
ya no alcanza con asfaltar
los caminos.
Sucede, a menudo, que el
que muere
tiene menos que perder que
su asesino.
Que el olvido está lleno
de memoria es un hecho,
que condenen la memoria al
olvido, un delito.
-Si se prefiere un hecho
delictivo-.
El alzhéimer de aquellos
sepultureros
se combate con píldoras
de ruido.
No se trata de desenterrar
a los muertos,
se trata de resucitar a
los vivos,
para que señalen con el
dedo a los culpables
y estos paguen, de una
vez, por sus delitos.
Por tanto gesto de
complicidad condescendiente,
por tantos años de
silencio compartido.
Y han de pagar también
quienes confunden
al legislar memoria
histórica y recuerdo selectivo.
Craso error pensar que
prescrita la causa
el dolor también
prescribe.
O que agoniza la culpa
sin que el culpable
agonice.
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