> Palabras y Placebos: septiembre 2019

miércoles, 25 de septiembre de 2019

VICEVERSA


Hay días en los que a mi estómago le duele la cabeza y a mi cabeza le duele la garganta y no puedo dejar de pensar en estaciones de tren vacías, como el otoño.

Hay días en los que mi boca sólo le dirige la palabra a mis oídos y todos me tachan de taciturno.

Hay días en los que floto y días en los que tengo los pies mojados.

Hay días que mis dos manos se me escapan de las manos y caminan de puntillas sobre las uñas buscando otro par de manos.

Hay días tan azules que noto como la tierra se vuelve amarilla a mi paso y mis pies se tornan verdes como los pies de otras plantas.

Esto ocurre algunos días, pero aunque pueda resultar extraño, el peor día de todos es aquel en el que a mi cabeza le duele el corazón y viceversa.

miércoles, 11 de septiembre de 2019

DISTRACCIONES


Me gustaría que estas líneas se escribieran solas, sencillamente porque considero que es maravilloso que las cosas sucedan sin el permiso de uno. Quisiera que todo sucediera aquí como sucede en la vida, a veces, de forma espontánea, aprovechando los descuidos y las distracciones que nos ocupan, que nos empujan a enredarnos lastimosamente en la tela de araña superflua de las formas más elementales.

Quisiera que de pronto todo fuera diferente, como sucede también en los sueños, en los que de golpe uno está en el mar nadando boca arriba y tomando el té con Laura en la Calle Coloreros al mismo tiempo. Y entonces el té no deja de saber a té, ni Laura deja de ser Laura por mucho que estemos dentro del mar nadando de espaldas. El mar está ahí, de hecho, y también Laura y el té todavía caliente quemándonos los labios y todo sigue su curso.

Me gustaría que estas líneas se escribieran solas, sencillamente porque no estoy tratando de inventar nada que no exista o que no haya existido en algún momento. Todo está hecho, como en los sueños, con las migas de algo, con los restos sobrantes de un todo que ni siquiera es un todo sino una lamentable ilusión de totalidad. Y esas migas, esos restos, se alinean y se redefinen aleatoriamente dando lugar a otra cosa nueva; a una cosa que no deja de ser la enésima reconstrucción de una realidad que se nos escapa.

Por eso, o tal vez a pesar de eso, hoy estoy aquí, en este parque madrileño, como quien está cazando ratas en el desván de su casa, hablando solo y en voz alta del té y de Laura y, por qué no, también de ratas y de parques.

Y al hacerlo no pretendo absolutamente nada salvo que, tal vez, de golpe, sin saberlo -esperándolo pero sin saberlo-, levante la vista del papel y te encuentre aquí, sentada a mi lado en este banco, hablándome de Laura o de ratas o de té helado. Al fin y al cabo llevo ya un buen rato distraído, enredado en las formas más elementales -un árbol desnudo, un niño y dos perros, no, un perro y dos niños- y el columpio gris del parque.

Por qué no puedo imaginar que hallar a Laura ahora, en el columpio, sonriendo, esperando a que termine de escribir, pueda formar parte también de este instante. Por qué no habría de poder seguir nadando de espaldas y tomando té con Laura ahora que nadie puede molestarnos.