> Palabras y Placebos: EL RETRATO

miércoles, 8 de enero de 2020

EL RETRATO


Descubrí por qué pintaba cuando ya había dejado de hacerlo. De pintar, pero no solo de eso. En todas sus pinturas aparecían siempre mujeres desnudas con cuerpos diferentes pero una sola cara de mujer, la misma. El rostro de su primer amor -se habían empeñado en explicarme desde pequeño-, porque él, claro, nunca hablaba de amor. O al menos no solo de eso.

Mi abuela solía decir que sus lienzos eran aberrantes porque los encontraba obscenos e indecentes, pero lo cierto es que a mí nunca me lo parecieron. Aquel rostro repetido de mujer me obsesionó, de hecho, durante buena parte de mi infancia. No el rostro en sí mismo que aparecía en todas sus composiciones, con esas facciones idénticas y ese idéntico rictus serio, sino la identidad de la persona que se escondía tras aquella mirada imperturbable que mi tío había retratado obstinadamente durante más de 50 años en un ejercicio de perseverancia que rozaba lo enfermizo.

Una tarde de otoño de comienzos de siglo, mi tío se murió y decenas de amigos y familiares vinieron a casa para velar su cuerpo. Fingieron compasión, exhibieron su mejor rictus serio y desaparecieron para siempre. Recuerdo perfectamente aquel día porque me pasé toda la tarde escrutando con detalle cada mirada, cada gesto, cada expresión de las mujeres que habían acudido al velatorio de mi tío en busca de esa imagen, de ese modelo perturbador y recurrente.

Pero no fue hasta la mañana siguiente que me topé de manera involuntaria con la respuesta. Porque el día previo a su muerte, mi tío había dado forma a su último boceto. Un boceto que retrataba por primera vez a una mujer vieja, con la misma mirada y el mismo gesto que las mujeres de todas sus obras anteriores. Una mujer que conocía. Que los dos conocíamos.

Creo que cuando descubrí que pintaba desde la incomprensión y desde el tormento, que siempre lo había hecho, logré por fin entenderlo. Pero lo entendí muy tarde, cuando ya había dejado de explicarse. De explicarse, pero no solo de eso.

Si me quedé con aquel boceto en mi poder apenas lo descubrí tirado en el suelo de su estudio, un día después de su muerte, es porque solo a través de ese cuadro es como creo conocerlo de veras. Y si he ocultado durante todos estos años su existencia es porque no he tenido todavía el valor suficiente para decirle a mi abuela que en ninguno de los cuadros anteriores mi tío había logrado retratarla tan bella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario