Las últimas babas del verano
desovando como tortugas en la noche.
Las huellas de otros pasos
que mordieron el anzuelo,
que perdieron la memoria.
En la orilla,
la lluvia efervescente de los mares,
el frío champán que beben los cangrejos,
el sueño gris de la garza blanca,
el océano cojo y remoto.
Ni rastro de arrecifes de coral,
tan solo la calma sosegada,
el ritmo lento,
el vuelo raso de los dedos de los pies
deseando atrapar un racimo de viento.
Bajo la arena,
comienza a adivinarse la tormenta.
Se marchan todos.
Sólo quedan las babas del verano
desovando como tortugas en la noche.
Y las huellas de otros pasos
que perdieron el anzuelo,
que mordieron la memoria.
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