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viernes, 14 de noviembre de 2014

NEVERAS EN EL ÁRTICO

No fue sencillo hacerse respetar porque uno no cambia el hielo por la cubitera, el frío elemental por el moderno electrodoméstico de la noche a la mañana. No fue fácil adaptarse a la vida en Groenlandia, acostumbrarse a la lentitud que supone habitar un espacio sin márgenes, pero también sin asideros cotidianos, rodeado de nieve  a todas horas y por todas partes

Groenlandia fue desde el principio una metáfora; una metáfora de la evasión o, más bien, de la ruptura de todo orden establecido. Viajó a la gigantesca isla en más de cuarenta ocasiones; cuarenta absoluciones que le sirvieron para purgar las culpas deducidas de una vida en sociedad más bien anodina o mediocre. Groenlandia fue siempre el exilio voluntario, un destierro interior que gradualmente se fue externalizando. La patria de los invisibles, pensaba él, pero lo cierto es que entre desaparecer y creerse invisible hay un abismo que, después de todo, no consuela tanto.

Allá se fue, en todo caso, nuestro hombre, por cuadragésima primera vez, hace hoy más de cuatro años. Por vez primera de cuerpo presente. Y sucedió que en lugar de huir se fue acercando -algo lógico por otra parte, cuando corres, sin saberlo, a tu propio encuentro- y la ansiada invisibilidad dejó paso a una visibilidad ansiosa, de la que le costó reponerse durante algún tiempo.

No tardó demasiado en descubrir que es difícil vivir aislado. Aislado en la mayor isla del mundo, en una palabra, incomunicado. De manera que se puso a trabajar en esto y aquello, durante algunos años, antes de constituir su propia empresa. Nadie vendía neveras en el viejo territorio inuit antes de su llegada, de modo que las neveras comenzaron a venderse por la sencilla razón de que no las vendía nadie. Y así fue como creció la fama y la popularidad de nuestro hombre, hasta que el negocio empezó a producir beneficios y, paralelamente, beneficiados.

Transcurridos cuatro años y dos meses, exactamente -aunque con el tiempo, ya se sabe, no hay nada exacto- llegó una carta a su domicilio de Nuuk procedente de ultramar, de su país natal y de su antigua novia, para ser exactos, -aunque con las antiguas novias y con los países natales, ya se sabe-.

Meditó mucho sobre la posibilidad de contestar. Sopesó sus posibilidades -fundamentalmente las dos, contestar o no, parece fácil-, pero como las margaritas de Groenlandia tienen los pétalos helados, jamás tuvo una segunda opinión al respecto y, tal vez por eso, terminó contestando.

Muy pronto las noticias sobre su paradero se fueron propagando en su ciudad natal porque su antigua novia le contó toda la verdad a la madre en funciones de nuestro hombre, y ésta inmediatamente a su padre, y así sucesivamente.

Quince días después de aquel primer acercamiento llegó la terrible respuesta -terrible en tanto que razonable- de su familia, claro está, en forma de carta.
Retomar la comunicación con su pasado desestabilizó más de la cuenta a nuestro hombre,  que inevitablemente comenzó a fantasear en los días previos a la recepción de la carta con aquella vieja historia del hijo pródigo, de la antigua novia enamorada todavía después de tanto tiempo y así sucesivamente.  La carta en cuestión, sin embargo, es esta que reproduzco ahora, para el conocimiento de todos y para el desencanto de tantos:


Querido Hijo:

Tanto Luisa como nosotros nos alegramos mucho de que estés bien, de que a pesar de haberte ido sin dar ninguna explicación a nadie, tengas ahora un buen empleo y un porvenir en ese sitio donde dicen que vives. Luisa nos ha pedido que te digamos que va a casarse la semana próxima con Carlos, Carlitos, ¿te acuerdas de él, verdad?, el hijo de los de la tienda, y que le gustaría que asistieses al enlace. La abuela ha preguntado mucho por ti a lo largo de estos años pero no nos hemos atrevido a decirle nada todavía, ¿qué necesidad tiene ella, a su edad, de llevarse un disgusto tan grande? Esperamos que lo entiendas. Nosotros estamos bien, tú no te preocupes por nada, bastante haces con ganarte la vida vendiendo neveras en el Ártico. Te quieren


Papá y Mamá

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