Una última noche lenta
dentro de un cuerpo roto.
Cincuenta años
-puede que menos-
y media vida solo.
Algo se torció de pronto en
su camino.
Algo se inventó torcido para
ser usado
por algún pobre diablo
-pobre y tonto-
Lamentarse es cosa de
cobardes;
Fabricantes de suerte, en
bancarrota,
acuden diariamente a los
bancos de los parques.
Le queda una última cerilla
-luciérnaga borracha que
alumbra un poco-
y que al cabo se consume chillando
entre los dedos de un silencio
espantoso.
No le queda más remedio que
seguir lamiendo piedras
y aguardar a que el barco se
hunda.
Los marineros más valientes
se hunden con el barco.
Lo ha perdido todo
-cuanto tuvo-
pero sabe que nunca tuvo
tanto;
La infinita paciencia de los
dioses
consigue impacientar a un
santo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario