Si merodea un rato por las calles del sector norte de
Tocopilla, esas desde las que se puede observar cómo la cordillera trata en
vano de penetrar en el océano, es fácil que se encuentre con él. Porque él
siempre está allí, vigilando, sin que nadie se lo pida, las aceras que guardan
su historia. La historia del Rambo de Tocopilla.
“Me decían Rambo porque era todo lo contrario a lo que ves
ahora”, comienza a relatar José Ángel -Ángel de apellido- mientras camina con
pesadez por las pistas mal asfaltadas que tan bien conoce, deteniéndose en cada
esquina, en cada negocio, a saludar a algún familiar o vecino que se encuentra
siempre demasiado atareado como para escuchar su historia.
La historia de una persona que asegura tener cinco hijos,
pero a quien sólo acompaña un perro callejero de color negro con sus mismas
dificultades para caminar. Alguien que algún día fue oficial de marina,
seductor implacable y portero, si bien ninguna de las tres cosas –asegura- supo
conservarlas “porque parecía que eran para siempre”.
De alguien que es también “familiar muy lejano de Alexis
Sánchez”, a quien admira casi tanto como a los integrantes del grupo Los Golpes, también tocopillanos de
cuna, y vecinos de José Ángel cuando José Ángel era Rambo y no bebía tanto y no
era, o no sabía que era, diabético.
A la altura de tercera
poniente, el hombre se detiene de pronto, cierra los ojos como si estuviera a
punto de desmayarse y, transcurridos unos segundos, empieza a cantar. Se trata
de un fragmento de “El día más hermoso”, su canción favorita de Los Golpes.
La imagen que proyecta, balanceándose despacio, con la melena
tapándole los ojos mientras rasga las cuerdas de su invisible guitarra, tiene
algo de necesaria. Y de heroica. La improvisación termina con una rotunda carcajada, que se
propaga varias calles en dirección a la cordillera.
“A mí me decían Rambo, y aún me lo siguen diciendo, aunque
ya no me parezca”.
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