> Palabras y Placebos: septiembre 2015

miércoles, 2 de septiembre de 2015

NOTAS PARA UN CUENTO DE INVIERNO

R se pasa las mañanas sentado frente al televisor. Le gusta estar en primera fila cada vez que alguien enciende el aparato. Siempre he pensado que si se acerca tanto a la tele es porque trata de alejarse de todo lo otro, de todo lo que hay de verdadero aquí dentro.

A R le gusta que todas las puertas estén cerradas, las luces apagadas y el té casi hirviendo. Y todos respetamos sus manías. Qué remedio entre maníacos.

R podría haber sido un padre de familia más bien convencional, obstinado y concienzudo, pero la suerte no le sonrió demasiado. No se trata tampoco de culpar al infortunio. Con la suerte ya se sabe, da igual lo que uno haga, y R, después de todo, tampoco ha hecho tanto. Se limitó a esperar, pero se le agotó hasta la impaciencia, y por eso hoy hace poco más que ver la tele a oscuras y gruñir como si todos tuviésemos la culpa de que el té esté tan frío, de que el té y el Báltico siempre lo estén.

La mañana estaba transcurriendo tranquilamente hasta que ha llegado G. Le habían vuelto a zurrar, pero esta vez con fuerza.

Jamás podré entender por qué se deja humillar así. Dónde demonios han ido a parar todos sus propósitos de enmienda. Resulta triste reconocerlo pero G es, con mucha diferencia, la que menos esperanza alberga de todos. Su forma de comportarse es enfermiza, es patológica, y dudo que alguien pueda hacer algo al respecto.

Seguirán pegándole hasta que no le quede ya ni un solo diente con el que sonreír a todos esos tipos apestosos con los que se acuesta. A veces me pregunto qué demonios ha pasado con todos sus planes; la búsqueda de empleo, la vida nueva. De qué pueden servirle los cinco o seis idiomas que aprendió en la calle desde tan pequeña, a ella que ni siquiera espera que la amen.

Nunca me cansaré de repetirle que hace tiempo ya que Lituania no tiene salida al Mar Negro.