> Palabras y Placebos: enero 2015

viernes, 23 de enero de 2015

PELÍCANOS

Casi siempre están los pelícanos, que hacen gárgaras con el agua marina. Pero hay veces que los pelícanos no están, que desaparecen, dejando un enorme vacío que no puede ser ocupado, en ningún caso, por una grúa o por un garfio. Donde antes había un pelícano, ahora no hay nada. Tan solo la sombra de su sombra. Y el eco de sus gárgaras.

Cuando se muere un pelícano, las aves de rapiña lo celebran. Ríen entre dientes con mandíbulas lánguidas y asisten al entierro con sus mejores galas. Con frecuencia, los familiares del difunto pelícano, incómodos ante la afluencia de aves de diferente alcurnia y dudoso linaje, no tardan demasiado en manifestar su descontento. Y adoptan malos gestos y peores tonos, instando al numeroso grupo a que se marche. Una vez que todos se han marchado, la ceremonia continúa en la más rigurosa intimidad pelícana -profusa en graznidos y en gárgaras-, y hacia la hora del crepúsculo, la familia del pelícano muerto se retira, visiblemente afectada por la pérdida sufrida y, en fin, todo sigue igual que antes, como cuando el difunto pelícano -entonces vivo- hacía gárgaras con el agua marina.

Es fastidiosa para los pelícanos la liturgia del entierro. Son aves de paso, de manera que finalizado el año pelícano, no queda otro remedio que evaluar el número de bajas acumuladas a lo largo de todo el proceso migratorio. Y es entonces cuando el pelícano más viejo cae en la cuenta de que tiene familiares sepultados en Rumanía y en Somalia, en Brasil y en Bután, en la franja de Gaza. Realizado el pormenorizado recuento, toca volver a marcharse, tratando de quitar un poco de hierro al asunto de las bajas.


En pleno vuelo los pelícanos se encuentran de un humor extraordinario. Silban, realizan piruetas en el aire e incluso en verano, cuando el tiempo invita a ello, reproducen célebres catástrofes aéreas y se lo pasan en grande. Y uno dice: ¿A ver si sabes quién soy?, y se deja caer en picado hasta estrellarse contra el suelo en medio de un campo de girasoles, y emite graznidos a modo de sirenas de policía y de ambulancias, y entonces otro pelícano más joven le contesta: Eso es muy fácil, eres el Boeing 787 que se estrelló el pasado verano en Turquía. Y el primer pelícano, molesto, le pregunta: ¿Cómo lo has adivinado? A lo que éste le responde: Ya te lo he dicho, era muy fácil. Y todos rompen a reír, y hacen gárgaras y más gárgaras, y se sienten orgullosos de su condición de pelícanos y, de este modo, los problemas del éxodo migratorio parecen superados.